En El año de Saeko, Katayama habla del difícil anclaje de dos
seres en el mundo. De su vida diaria, con sus tristezas y alegrías, con
sus angustias, con su amor. En definitiva, con su «pequeña felicidad».
Y, frente a la vida cotidiana, el autor contrapone la Vida en mayúscula.
El ciclo de la vida plasmado en el paso de las estaciones. El hombre
como un elemento más de la naturaleza. La concepción que muestra
Katayama sobre la vida y la muerte, sobre el paso del tiempo, sobre el
simbolismo de las estaciones del año, sus citas al budismo, su alusión
constante a los lazos con la espiritualidad y cultura chinas no sólo
beben de la estética y espiritualidad japonesas sino que señalan un
camino posible para encontrarle un nuevo sentido a la vida.
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